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Técnicas para hacer dormir a tu bebé

 Los pediatras sostienen que el sueño de un pequeño puede verse alterado a diversos factores como cólicos, comienzo de la dentición, que aún no sabe distinguir entre el día y la noche y sigue los hábitos como si estuviera dentro del útero. 

Técnicas para hacer dormir a tu bebePorque los bebés lloran, y deben hacerlo, es su manera de expresarse. Ahora bien, una vez comprobado que no le pasa nada, ¿tenemos que dejarles llorar? Las teorías sobre la cuestión son múltiples y variadas. Hay especialistas que defienden el apego constante entre madre y bebé, lo que supone que no hay que dejar que el niño llore y que hay que estar con él hasta que se duerma.

En el otro extremo están las teorías que defienden que el bebé debe aprender a dormir y que no hay que responder a sus lloros. Entre medio tenemos el resto de teorías. Y a unos padres desquiciados que no saben qué hacer. Pongamos orden:

 El método Ina May Gaskin. Su libro ‘Spiritual Midwifery’ (‘Matrona espiritural’ sería la traducción) es la biblia de los padres hippies, y aunque no ha sido traducido en España, sus ideas sí que han llegado a nuestra cultura. Gaskin defiende el apego absoluto entre padres e hijos y una de las principales lecciones que ofrece es el colecho, así el bebé podrá mamar tantas veces como quiera incluso si la madre está dormida. La base de la filosofía de Gaskin es el cariño, las caricias, el apego absoluto… Aquí no hay disciplina, sólo entrega. Esta americana es una de las pioneras en defender los partos naturales en casa.

El método Williams Sears. A partir de enseñanzas como las de Gaskin, fue este médico californiano es quien estableció el método definitivo para los padres que no quieren que su bebé llore. Sears dice que los hijos deben dormir con sus padres todo el tiempo necesario, incluso años, hasta que hayan aprendido a dormir solos. La pareja puede dormir separada, hacer turnos para acompañar al hijo, pero el niño nunca tiene que estar solo. En España, su equivalente es el libro ‘Bésame mucho’ de Carlos González.

El método Penelope Leach. No es tan extrema como los dos anteriores pero se acercan. Hace pocos meses, esta gurú británica decía: “Dejar llorar a tu bebé le provocará daños cerebrales”. Y lo que ella provocó fue un alzamiento de parte de la comunidad médica criticando sus declaraciones por falta de rigor científico. Pero decir que dejar llorar el bebé es no cuidarle es una teoría algo radical para algunos científicos. Aunque es la base del método Leach: si podemos evitarlo, el bebé no debe llorar demasiado. Por las noches, si se despierta, tenemos que estar a su lado, dándole confianza y demostrándole que jamás le abandonaremos. Así, dice la psicóloga británica, crecerá un niño sano mentalmente y con seguridad en sí mismo.

El método Tracy Hogg. Es un método intermedio entre el apego y la disciplina. Hogg defiende que el niño duerma en la cuna, tapado con una manta, con la madre cerca, susurrándole palabras tranquilizadoras. Cada vez que se despierte, hay que abrazarle, decirle cosas bonitas y, por mucho que llore, devolverlo a la cuna. El bebé debe entender así que llorar no es el medio para conseguir nada. Hogg es quien introduce el chupete como elemento que puede calmar al bebé y evitar así que mamá se convierta en un chupete humano (y muy cansado).

El método Richard Ferber. En 1985 publicó el polémico libro ‘Solucione los problemas de sueño de su hijo’ y revolucionó el panorama nocturno paterno. La base es la misma: que el bebé llore, ya se cansará. Entremos en algunos detalles. Tras unos rituales que se repiten día a día (luz tenue, palabras cariñosas, siempre en la cuna…) el niño debe permanecer en la cuna. Ni llorar, ni gritar, ni vomitar… el bebé no puede salir de la cuna. Los padres pueden entrar a verle y decirle algo cariñoso, por intervalos cada vez más espaciados en el tiempo. La teoría es que los bebés ya saben manipular desde que nacen y nosotros debemos imponer los límites. La mayoría de niños deja de llorar a los pocos días.

El método Háztelo tú mismo. Es fácil y las pautas claras. Primero conocemos al bebé, vemos qué carácter tiene, y qué manera de dormir y llorar. Después (a antes, eso no importa) nos informamos de todos los métodos posibles. Vemos entonces qué le pega más a nuestro hijo y vamos haciendo, según convenga. El sentido común, ese tan denostado cuando todavía no éramos padres, será nuestra mejor guía ahora que somos padres.

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